Llegan con sus miserias y sus flores, chapoteando lacres festivos o cortesías protocolares, arruinándolo-todo….
Llegan con sus nostalgias baratas, con ese espanto que nos despierta en el lodo del abismo, con sus rostros tan ajenos y esa sonrisa ladeada de imitación y celuloide.
Llegan con las voces que nada dicen, con el parloteo monocorde de ayeres que bostezan, con la furia de papel y el rutinicidio explotando en cada una de sus pupilas.
Llegan de improviso, como debe ser, doliendo algún misterio y el humo delicioso de altares tan criollos, protestando su inocencia de bolsillo y almohadas, invocando las dos o tres sangres que nos sombran y hermanan.
Llegan y nos invaden. Nos birlan el silencio, la soledad de la tinta, el espacio que nos nace, las reservas de hipocresía y hasta las caricias que no se fingen.
Llegan y lo-mueren-todo. Desmitifican las únicas certezas que escondíamos en anaqueles. Burlan todas las excusas que pudieran imaginarse. Se apropian de nuestras huellas y ya-no-nos-dejan…
Llegan.
Será cuestión de ignorarlos por unos días.
De última, son ellos…. Y con ellos no se puede.
Daniel Alberto Castrillo
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