Su cielo insondable, sus costas inmensas,
sus olas que rompen y luego desploman,
sus vientos que vibran y música toman,
guardan en su seno sensasiones tensas.
Al rozar sus cuerpos, al gustar su aliento
y al guardar a aquellos con celo en el alma,
actúan cual dique que trae la calma,
mitigando todo nuestro sufrimiento.
Sus gotas de lluvia les siembran colores
y el sol de la tarde traspasa sus brumas
¡mientras almas criollas protegen sus flores!
Carecen de su hado que pone armonía,
el blanco y celeste, por eso esas almas
anhelan y esperan librarlas un día.
Aurelio Agustín Pernas
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