El mío es el último cuerpo de mujer
educado con vestidos.
Pasados veinte años
algunos niños llegaron a mi puerta,
otros escaparon
y el vértice del triángulo que dio a luz
trajo danza y caricias al resto de mi vida
y le enseñó a mis manos tendidas a ofrecerse
a volverse piedad
como virgen María otorgando el amparo.
El último cuerpo de mujer
en mi familia
que manchó un vestido
es el mío
después vinieron los tampones.
Laura Ororbia
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