Me gusta la curva de los hombros blandos, encuentro cierta magnificencia en la inestable resistencia ofrecida, entre la candidez y el heroísmo.
Me gusta que la distancia ni nos inmunice ni nos proteja, si acaso nos permita estrenar unos cuantos misterios ante tanto desencanto cotidiano. Recoger el testigo, el mirar turbado, medio optimismo y aún así portar hasta una escoba con un pellizco de glamour por aquello de no perder del todo esa carga de fina sensualidad.
Despertamos cada día con más esclavitudes que libertades, la espalda más ancha, el rictus más pétreo y lo que debería ser un movimiento natural de asombro, se convierte en un esfuerzo desusado.
Por las mismas, si fuera imprescindible, le desarrollaría ajustadas teorías contemporáneas, estrecheces forzadas a justificar nuestra falta de valor ante los desafíos, la levedad que nos ofrece el permanecer quietos ante la acción y distraídos a la reacción. Puedo atusar un paradigma de verdades que le hagan asentir con tanto ahínco que pueda reconocer de qué fibra está hecho aquello que nos vertebra.
Y aún así, me gustan los hombros ofrecidos, la ruta natural de un hombro imperfecto con su equipaje de contrariedades.
AndreBr
Menta & Chocolate
http://sem-danos-colaterais.blogspot.com/
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