No los recordaba tan ligeros. De ojos abiertos, despiertos, atentos,
que asombran mis calles empedradas, de naranjos en flor, jurando
abriles que no se pueden robar...Destejidos de horas, ajenos a
aquellos instantes que pregonan: Ausencia, en bastarda comunión con los ayeres.
Silencios de conquista y desafío. A cuatro manos...manos mudas.
Casi los había olvidado. Tan signados, tan sellados en los labios
que corren a destino y a destiempo.
Sí. Esos silencios. Capaces de clavarse en el ángulo más estrecho de los tuyos;
con media sonrisa, apenas rozada y la mirada de aprendiza que se encripta, aunque el cuerpo se angoste de otoños.
De tiempo estremecido por la embriaguez que me provoca tu mirada.
Esa clase de silencios que se encaraman a un poema de Girondo a riesgo de brotar mi cadera de versos. Versos que me resbalan al caminarte, al caminarte en silencio.
Silencios de piel y descuido. A cuatro manos...manos desnudas.
Y yo encadenada al delito de reincidir tu boca,
de pecar de amor contigo,
de perder mis altares de cenicienta
a cambio de dormir la luna y despertar a tu espalda.
A cambio...
A cambio, vendo mi locura en ríos de tinta y un mar de lágrimas que no resabie ausencia...
Andrea BR
menta & chocolate
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