De ti aprendí a ser niño, a patear la pelota de cuero, a leer cómics, a correr bajo los eucaliptos que bordean el río, en aquellos domingos de verano.
De ti aprendí a ser hombre, a mirar detrás de los ojos, a levantarme los lunes podridos, a navegar la tormenta encabritada.
Esta tarde debería estar envolviéndote un regalo. Nada importante, cualquier detalle que hiciera bailar tu risa debajo de la barba. Mañana es veintiséis y por tercer año consecutivo maldeciré el hueco que dejaste en el sillón, el libro a medio leer, las viejas zapatillas chorreando ausencia.
Padre, la vida sigue bombeando en las venas de esta jodida y radiante ciudad. El frío muerde los huesos en estos días inciertos y la cola del paro retumba en silencio, detrás de la línea azul, de espere su turno. Tampoco nuestro equipo se encuentra en su mejor momento y la buena música escasea en televisión. Corren tiempos difíciles, que dirían los ancianos encallados bajo sus gorras de invierno y anclados en las esquinas del barrio.
Pero seguimos ajustando la brújula, mirando el horizonte dormido detrás de los esqueletos de edificios en construcción. Porque el destello de tu voz me estalla en la cabeza, en esos momentos en que lo necesito. Sigo haciendo lo que me enseñaste: sobrevivir, robándole una sonrisa a la pena traicionera que me encañona las costillas.
Todo sigue su curso. Mañana se inclinará el sol sobre los pastizales de la serena, derritiendo la alfombra escarchada que llora la noche. Leeré la prensa tomando un café, iré a la oficina, le dedicaré una mirada a la catedral camino de casa, besaré los párpados de tu mujer, mi madre, (a pesar del tiempo sigue siendo bella), aunque sea en una visita fugaz, antes de caer en el abismo del refugio de mi hogar y prenderme de alguna vieja película. Será otro día más, como tú hubieses querido... aunque no pueda evitar echarte de menos, en cada palpitar de las agujas del reloj...
Suso
http://horizontedormido.blogspot.com/
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