Porque en algún punto coincidimos...

miércoles, 18 de mayo de 2011

DESGARRO

Aciaga tarde de aquel enero
el calor agobiante latía por todos los rincones,
la siesta pueblerina perdió su letargo
corridas, angustia, desesperación.
El hijo amado yacía en el piso
la descarga letal fulminó sus sueños.
los intensos intentos
la vida retener no pudo.
Cual tsunami, el dolor todo lo arrasó
como puñal lacerante desgarró las entrañas
gritos, llanto, corazones destrozados,
paralizada, en shock
quien le diera la vida intentaba entender.
Su niño-hombre, luz de sus ojos,
un pedazo de ella misma, surcaba otro espacio
recuerdos imborrables lo sobrevivirían.
Una larga e interminable noche
se instaló en el alma de la doliente mujer,
guardó por siempre debajo de su almohada
un corto pantalón.
Cada noche, destinatario de caricias
antes de que el sueño se hiciera presente,
allí estaba, apretado contra su pecho,
su olor, el contacto lo regresaba a sus brazos,
así uno tras otro, todos los días del resto de su vida.
Transcurrido el tiempo
en la antesala de la partida,
en los instantes finales,
sus manos buscaron con ansiedad
explorando debajo del cojín.
Su compañero, su hombre, entendió el anhelo
entre lágrimas, silenciosamente y con ternura
a su alcance puso el tesoro buscado.
Asida a la prenda, retornó la calma,
desplegó alas el corto pantalón
y cual cálidas manos de su fruto
en viaje hacia la paz definitiva la guió.

Myrian

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