Estás ahí.
Saludando a tu sombra en fingires de viento. Respirando latidos, ajenos, en tintas mediocres. Posponiendo los sueños, tus pasos, en rutinas de pocos llantos…
Estás ahí.
Tan gris en tu huella, que ni-vale-la-pena.
Pero aún así, te muestro el mundo…
Te regalo los dioses que ayer ingenuaba en noches de miedo.
Te regalo la prisa del instante que ya no es, para que aprendas a cuidarlo.
Te regalo la voz, mi voz, para que grites tu bronca, tu vida.
Te regalo esta línea, esta muerte de papel, para que vuelvas a ser….
Daniel Castrillo
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