Por una calle de Buenos Aires, a velocidad normal y permitida, conducía aquel lujoso automóvil el Doctor Salvador Sampietro, cuando escuchó sonar el bip del teléfono celular; eran casi las diez de la mañana y se dirigía a su consultorio particular, situado en un lugar muy distinguido de la ciudad. Como era usual, detuvo el auto a un lado de la calzada para responder la llamada…Por unos segundos desapareció la luz de sus ojos… temblaron sus piernas…sus manos rígidas… el corazón paralizado y la respiración entrecortada… durante un lapso de tiempo imposible de precisar no pudo musitar palabra alguna; ya que aquella voz del otro lado, le estaba dando la noticia más amarga y trágica…
Hacía solamente treinta minutos, las había abrazado y hasta se había despedido bromeando…Ahora su esposa y su hijita de 5 años, se encontraban en el hospital zonal, de aquel pobre vecindario…
Susana, cada mañana solía hacer las compras junto a Natacha en el supermercado, pero ese día en especial, decidió ir a visitar a su hermana primero, entonces, subió al coche a la pequeña y hacia allí se encaminó.
La vivienda quedaba a media hora de su domicilio y debía cruzar una villa de emergencia, “la 14”, para llegar al barrio. Éste no era muy vistoso, se podría considerar menos que aceptable; ya que junto a su esposo no había corrido la mejor suerte, de cualquier manera ellas nunca se distanciaban por mucho tiempo, las unía una fuerte amistad fraternal.
Al atravesar una de las avenidas con la luz verde dándole paso, la señora Sampietro fue envestida por un conductor inescrupuloso que manejaba distraído, a gran velocidad y hablando telefónicamente dentro del vehículo.
¡El impacto fue terrible! uno de los autos, el de ella, dio varios vuelcos sobre sí mismo y quedó con los neumáticos mirando al cielo…
Aquel hombre había hecho caso omiso de las señales de tránsito, no respetó siquiera la luz roja que lo obligaba a detener la marcha...
Con tono de desesperación, cuando logró volver a respirar, ya con lágrimas en sus ojos, aun temblando… preguntó:-¿”En qué estado se encuentran”?-
-“Están siendo intervenidas quirúrgicamente en este mismo momento”-fue la rápida respuesta.
Sin poder contestar, cortó la comunicación… De manera casi autómata como un fantasma totalmente fuera de sí, se puso en marcha hacia el nosocomio…
Conocía muy bien el sitio, ya que su residencia la había realizado allí mismo y aun habiendo montado un consultorio propio, seguía realizando algunas guardias ad honorem, solo por cariño hacia sus colegas…
Al llegar, fue directamente a la zona de cirugía, colocándose una bata y un barbijo que encontró en el pre-quirófano, ingresó a la sala de operaciones, donde las vio tendidas, totalmente entubadas e inconscientes, no le causó impresión… el ansia de salvarlas lo invadía…
El resto del equipo médico no pudo poner obstáculos a su presencia, porque todos conocían a las jóvenes; muchas veces Susana y la niña les habían hecho compañía durante las noches…
Después de largas prácticas, ante los ojos aterrados de los presentes, sus vidas se apagaban…Sus cuerpos estaban siendo cubiertos con sábanas blancas por dos enfermeras…
No había consuelo que el director, quién lo tenía tomado por el hombro, le pudiese dar al desvastado hombre…Su mente no quería aceptar la realidad, en varias oportunidades creyó que despertaría del mal sueño…
No era posible la idea de no tenerlas nunca más a su lado…y aquella desesperación por retener sus vidas, junto a la tristeza inmensa de la pérdida, comenzó a convertirse en depresión, misma que lo llevó a tener “alucinaciones reiteradas con pérdida temporal de la razón” (según criterios psiquiátricos), entonces por sus propios medios para ponerle fin a las habladurías de aquellos que lo rodeaban, “su humanamente ciego círculo social” en el cual ya no sentía tener espacio; decidió internarse en un sanatorio mental a pocos días del luctuoso funeral…
Luego de seis largos meses, numerosos test, finalmente la dieron el alta, un certificado que le extendieron decía: “Alta Definitiva”, lo extraño fue que al mirarlo por primera vez, creyó leer: “Muerte Definitiva”, pero lo importante era que tenía de nuevo “la posibilidad de conectarse con la vida”…
Lo esperaba afuera un viejo colega y amigo de la familia, quien lo llevó a un hotel, porque Salvador le refirió no querer regresar a la casa… Eran muchos recuerdos, decidió venderla…Tampoco volvió al consultorio, donde lo aguardaba su secretaria; pero esa misma tarde caminó hacia allí solo con un propósito… Quitar la plaqueta identificadora en la que se podía observar:” Dr. Salvador Sampietro, Médico Cirujano” y dejar a la señorita Mariela, su asistente, un sobre conteniendo sueldo e indemnización, junto con una nota de puño y letra a manera de disculpa: “Todavía no vivo para ayudar de esta manera”…
Se alejó del lugar caminando sin rumbo por varias horas, se sentó en el banco de una plaza a descansar, ya era de noche, pero él seguía meditando… hasta que llegó a la conclusión… No estaba yendo a ningún lugar en especial, por otro lado, tampoco sentía tener la obligación de hacerlo; entonces decidió seguir errando sin rumbo alguno…Dormía bajo las estrellas y curiosamente solo en ese momento su rostro irradiaba felicidad…
Mahirimah
1º Premio, Categoría Juvenil - 10º CERTAMEN INTERNACIONAL DE NARRATIVA “Leopoldo Lugones”
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