que has sentido la vida
como un obsequio

y con párvulo paso
corres a rasgar
como un papel de seda
cada misterio
sólo
hallaste vacío.
Alfredo Rescia
La vida está hecha de sensaciones, a cada instante experimentamos emociones y sentimientos que van dejando huellas en el alma, manifestándose con la palabra escrita.
Hay un período cuando los padres quedan huérfanos de sus hijos.
Es que los niños crecen independientes de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes. Crecen sin pedir permiso a la vida. Crecen con una estridencia alegre y, a veces, con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días, de igual manera, crecen de repente.
Un día se sientan cerca tuyo en la terraza y te dicen una frase con tal naturalidad que sientes que no puedes ponerle más pañales a aquella “criatura”. ¿Dónde fue que anduvo creciendo aquella insignificancia que no percibiste?
¿Dónde quedaron la placita de jugar en la arena, las fiestitas de cumpleaños con payasos, los juguetes preferidos?
El niño crece en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil. Ahora estás allí, en la puerta de la discoteca, esperando que él o ella no solo crezca, sino que aparezca. Allí están muchos padres al volante, esperando que salgan zumbando sobre patines y cabellos largos y sueltos.
Allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas en las esquinas, con el uniforme de su generación, e incómodas mochilas de moda en los hombros. Allí estamos, con los cabellos casi emblanquecidos.
Esos son los hijos que conseguimos generar y amar a pesar de los golpes de los vientos, de las cosechas, de las noticias y de la dictadura de las horas. Ellos crecieron medio amaestrados, observando y aprendiendo con nuestros errores y aciertos.
Principalmente con los errores que esperamos que no repitan. Hay un período en que los padres van quedando un poco huérfanos de los propios hijos..., ya no los buscaremos más de las puertas de las discotecas y de las fiestas. Pasó el tiempo del fútbol, el hockey, el inglés, la natación y el karate.
Salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas. Deberíamos haber ido más junto a su cama al anochecer, para escuchar su alma respirando conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia y los adolescentes cubrecamas de aquellas piezas llenas de calcomanías, posters, agendas coloridas y discos ensordecedores.
No los llevamos suficientemente al cine, a los juegos, no les dimos suficientes hamburguesas y bebidas, no les compramos todos los helados y ropas que nos hubiera gustado comprarles.
Ellos crecieron, sin que agotásemos con ellos todo nuestro afecto. Al principio fueron al campo o fueron a la playa entre discusiones, galletitas, congestionamiento, navidades, pascuas, piscinas y amigos. Sí que había peleas dentro del auto, la pelea por la ventana, los pedidos de chicles y reclamos sin fin.
Después llego él tiempo en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, pues era imposible dejar el grupo de amigos y primeros enamorados. Los padres quedaban exiliados de los hijos. “Tenían la soledad que siempre desearon", pero de repente, morían de nostalgia de nostalgia de aquellas “pestes”.
Llega el momento en que solo nos resta quedar mirando desde lejos, torciendo y rezando mucho (en ese tiempo, si nos habíamos olvidado, recordamos como rezar) para que escojan bien en la búsqueda de la felicidad, y que la conquisten del modo más completo posible.
El secreto es esperar... En cualquier momento nos pueden dar nietos. El nieto es la hora del cariño ocioso y picardía no ejercida en los propios hijos, y que no puede morir con nosotros.
Por eso, los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto. Por eso es necesario hacer algunas cosas adicionales... ¡ANTES DE QUE ELLOS CREZCAN!
Así es la gente sólo aprende a ser hijo después que somos padres, sólo aprendemos a ser padres después que somos abuelos. En fin, sólo aprendemos a vivir después que ya hemos vivido.
Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora.
Me siento como aquella joven que ganó una caja de dátiles; los primeros los comió con displicencia pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a roer hasta el carozo.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Ya no tengo tiempo para proyectos megalomaníacos.
No participaré de conferencias que establecen plazos fijos para erradicar la miseria en el mundo.
No quiero que me inviten a eventos de un fin de semana donde se pretende solucionar los problemas del milenio.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos,sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar melindres de personas que, a pesar de su edad cronológica, son unos inmaduros.
No quiero ver las agujas del reloj avanzando en reuniones de "confrontación", donde "tiramos todos los hechos sobre la mesa".
Detesto ser testigo de los defectos que genera la lucha por el majestuoso cargo de " Secretario General".
Recuerdo ahora a Mário de Andrade, que afirmó: "las personas no discuten contenidos, apenas los títulos".
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos; quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dátiles en la caja, quiero vivir al lado de gente humana, muy humana; que sepa reír de sus errores, que no se envanezca con sus triunfos, que no se considere electa antes de hora, que no huya de sus responsabilidades, que defienda la dignidad de los marginados y que desee tan sólo andar al lado de la verdad.
Caminar junto a cosas y personas de verdad, disfrutar de un afecto absolutamente sin fraudes, nunca será pérdida de tiempo.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas. Gente que los golpes duros de la vida, les enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Si…. Tengo prisa … por vivir con la intensidad que solo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dátiles que me quedan.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mi alma y la humanidad.
Fluir con la vida quiere decir aceptación;
dejar llegar lo que viene
y dejar ir lo que se va.
Tú no eres lo que sucede,
eres a quien le sucede.
Sri Nisargadatta Maharj
DISCAPACIDAD